martes, 6 de octubre de 2009

Otra vuelta de tuerca, de Henry James

Hace poco tiempo que he acabado de leer esta historia generalmente clasificada como "de fantasmas". Parece ser que esta corta historia en la que una institutriz llega a una apartada casa de campo para hacerse cargo de dos niños huérfanos es considerada, por algunos, el precursor de la "novela psicológica".

En un principio, lo único que puedes apreciar es que es literatura inglesa de la dura. Sin embargo, si puedes prestar un mínimo de atención para no perderte con tanta expresión rimbombante y descripciones farragosas (que no debería ser complicado ya que estás leyendo), y te olvidas también del terror embotellado al que nos hemos acostumbrado actualmente, llegarás al final de la historia y habrás cambiado varias veces de opinión sobre los niños, la institutriz y los fantasmas que rondan por el relato.

Si no has caído en el juego de Henry James, supongo que creerás que has perdido algunas horas de tu vida ante un tostón de este calibre, pero si eres afortunado no tendrás muy claro si acabas de leer las confesiones de una histérica en plena menstruación, las maquinaciones de un par de niños diabólicos o los paseos de unos fantasmas con ganas de asustar. Y, luego, puede que recuerdes el hasta entonces insignificante inicio de la historia en el que se detalla información importante como que la protagonista estaba enamorada o el origen del desasosiego que produce el relato en el que lo da a conocer, y pasarán por tu mente algunas de las escenas que comparten la institutriz y el niño; entonces, y sólo entonces, empezarás a inquietarte de verdad porque sabrás que tienes que volver a leer la historia para intentar aclarar todo lo que empiezas a imaginarte.

La verdad es que he leído libros que me han gustado, libros que me han gustado mucho y he pensado que alguna vez los volveré a leer y también libros que no he acabado o, si los he acabado, me he cagado después en el que lo escribió. Lo que no había encontrado hasta ahora es un libro que me obliga a volverlo a leer...

lunes, 5 de octubre de 2009

Malditos Bastardos (o Maldito Tarantino)

Tras sorprender al mundo con Reservoir Dogs y Pulp Fiction, la habilidad de Tarantino pareció menguar con Jackie Brown, Kill Bill y Death Proof hasta el punto de que su soberbio manejo de la escena y la música no podía enmascarar sus guiones sólo aptos para frikis (en sus últimos trabajos). Aún así, me aventuré al cine para comprobar el último desfase del señor Tarantino...

Confieso que me ha parecido la más divertida de sus últimas sobradas, y lo mejor es que es la menos ridícula. La particular visión del director sobre la segunda guerra mundial le permite mostrarnos toda clase de salvajadas que hace un comando de judíos (los Bastardos que dan título a la película) sueltos por la Francia ocupada y a la vez mostrarnos la venganza que ejecuta la única superviviente de una familia judía. Impresionante labor interpretativa de Brad Pitt, sacando mentón como si fuera el mítico Lee Marvin, que parece de vuelta de todo a lo largo de la película al que sólo le hace sombra la genial labor de un Christoph Waltz, que encarna a uno de los nazis más cabrones que ha conseguido dar el Séptimo Arte.

Por fin, parece que Tarantino ha descubierto que sólo puede homenajear dignamente a Leone plagiando la música de su socio Morricone. Con esto ha conseguido hacer una cantidad de guiños impresionantes al cine bélico clásico (Lee Marvin, comandos en territorio enemigo, el "oficial y caballero" inglés, los nazis "rastreadores", el soldado obsesionado con matar peces gordos, las complicaciones de las misiones en un bar/taberna, agentes dobles...), siempre bajo la mirada bizarra de Tarantino pero con dignidad. Por una vez, el cine de opuestos que planteaba últimamente el señor T. funciona a la perfección. Tras dos horas y media de risas y aplausos con cada nazi muerto por los Bastardos, nos traslada al cine nazi donde se rien y aplauden por cada americano muerto por el übermench protagonista de la película que estrenan. Pero antes de que podamos sentirnos identificados con el público nazi, se desata el caos para que sigamos riendo y aplaudiendo ante más muertos nazis. Me quito el sombrero ante Tarantino, cosa que no hacía desde Pulp Fiction.

El resultado es una gamberrada de dos horas y media con la que disfrutar de un Brad Pitt desfasado, un Christoph Waltz maligno y unos cazadores de cabelleras nazis en territorio enemigo. Y, claro está, el típico complot para matar a Hitler...