En un principio, lo único que puedes apreciar es que es literatura inglesa de la dura. Sin embargo, si puedes prestar un mínimo de atención para no perderte con tanta expresión rimbombante y descripciones farragosas (que no debería ser complicado ya que estás leyendo), y te olvidas también del terror embotellado al que nos hemos acostumbrado actualmente, llegarás al final de la historia y habrás cambiado varias veces de opinión sobre los niños, la institutriz y los fantasmas que rondan por el relato.
Si no has caído en el juego de Henry James, supongo que creerás que has perdido algunas horas de tu vida ante un tostón de este calibre, pero si eres afortunado no tendrás muy claro si acabas de leer las confesiones de una histérica en plena menstruación, las maquinaciones de un par de niños diabólicos o los paseos de unos fantasmas con ganas de asustar. Y, luego, puede que recuerdes el hasta entonces insignificante inicio de la historia en el que se detalla información importante como que la protagonista estaba enamorada o el origen del desasosiego que produce el relato en el que lo da a conocer, y pasarán por tu mente algunas de las escenas que comparten la institutriz y el niño; entonces, y sólo entonces, empezarás a inquietarte de verdad porque sabrás que tienes que volver a leer la historia para intentar aclarar todo lo que empiezas a imaginarte.
La verdad es que he leído libros que me han gustado, libros que me han gustado mucho y he pensado que alguna vez los volveré a leer y también libros que no he acabado o, si los he acabado, me he cagado después en el que lo escribió. Lo que no había encontrado hasta ahora es un libro que me obliga a volverlo a leer...